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    DULCE NOMBRE DE JESÚS

    El Manierismo constituyó un momento de transición entre el agotamiento de los modelo clásicos y una nueva concepción de las artes llegadas de Italia que culminaría en la estética barroca. Así, durante este periodo intermedio, fueron muchos los artistas que enlazaron, consciente o inconscientemente, ambas estéticas, cerrando una etapa y abriendo nuevos horizontes plásticos que habrían de desembocar en un arte y una mentalidad muy distintos de su precedente.

    Uno de los autores más destacados de este momento fue el escultor Juan Martínez Montañés quien, entre 1606 y 1607, realizó una de sus obras más aclamadas: el Niño Jesús, sito en la Parroquia del Sagrario de Sevilla. Este modelo supone un antes y un después y, debido a ello, multitud de artista se lanzaron a ejecutar, con mayor o menor fortuna, obras similares con el fin de dar respuesta a los múltiples encargos que reclamaban para sí una talla semejante.

    En el caso que nos ocupa, podemos hablar de un Niño Jesús que bebe del modelo que realizara Montañés pero que, al contrario que muchos de sus contemporáneos, va más allá reinterpretando las formas y añadiendo un carisma particular al conjunto. De talla completa, el Niño bendice con la mano derecha y fija su mirada en algún punto lejano del horizonte. Apoyando el peso en su pierna derecha deja traslucir este lado de la cadera mediante una línea que recorre todo su vertical y que, inevitablemente, remite a las obras que Praxíteles desarrolló en la Antigüedad.

    Se trata de una figura de gran elegancia y sutileza, apoyada sobre una peana escalonada en tres pequeños cuerpos irregulares y decorada con pan de oro. A pesar de no poseer documentación sobre su autoría, diversos rasgos en su ejecución lo acercan al círculo de Felipe de Ribas a mediados del s. XVII.

     
     

    CRUCIFIJO DE LOS ENTIERROS

    Talla de madera tallada y policromada del ultimo tercio del siglo XIX. Atribuido a Juan Bautista Petrone.

    Cristo con asadera para colgar durante los entierros. De tres clavos, con sudario asido a la cintura mediante cordón, recogiendo un moño en el costado derecho. Muerto, con la cabeza inclinada y con corona de espinas, naturales, sobre sien.

    La cruz es arbórea y está rematada por una cartela en la parte superior con la inscripción de “INRI” rodeada por volutas.

    La obra es atribuible a León Baptista Petrone debido a los rasgos compositivos y técnicos de los que se compone. La forma del tratamiento del cabello, recogido hacia atrás mediante mechones lechosos y amplios por uno de los lados, y el uso de encarnaduras claras y rosadas, además de otra serie de valores formales, que reflejan la mano de dicho artífice.

     

     
     
     
     
     

    SIMÓN DE CIRENE

    Pocos datos han llegado de esta peculiar pieza. La talla del Cirineo es naturalista, casi un retrato realizado con rapidez, a mano alzada, directamente delante del modelo, vestido anacrónicamente como personaje popular del siglo XVII con calzón, camisa remangada y chalequillo. El color predominante es negro y rojo, signos de pasión.

    El rostro afacetado se cubre por una gorra y centra su composición un rotundo bigote. La figura, en cuanto a los atavíos y pose, es cercana a la de muchas estampas y cuadros devocionales del periodo. Como el cuadro “Camino del Calvario” del presbiterio de las clarisas de Carmona.

    Se tienen bastantes indicios que apuntan a José Felipe Duque Cornejo, ejecutor de la virgen de los Dolores para esta mismas hermandad en el año de 1796.

    En la actualidad la escultura forma conjunto procesional con el Nazareno que porta la Cruz, colocándose en la parte trasera y soportando parte del peso de la gran cruz de carey. La visión completa de este paso supone uno de los momentos de mayor emoción para los devotos de esta Hermandad, que cada viernes santo esperan impacientes, a las puertas de san Bartolomé, para ver salir en procesión a Nuestro Padre Jesús Nazareno.